martes, 15 de noviembre de 2011

Una movilización justa y necesaria



Si entendiera bien lo que creo sobre el tema de la reforma de la educación en Colombia, podría resumirlo en 144 caracteres; y a partir de allí, podría empezar a caminar sin vacilaciones en una sola dirección. Pero no lo tengo claro. Así que empezaré a botar mis ideas desordenadamente, con la esperanza de que la discusión les dé forma o las descarte. La discusión empieza en torno a los textos de Javier Moreno
y de Constantino Villegas
sobre el tema.

Primero, Rango finito, con quien estoy completamente de acuerdo excepto en cuestiones más bien formales: "la movilización de los estudiantes es justa pero ingenua", dice, y yo creo que no es una buena manera de abrir una discusión sobre el problema educativo: "la movilización de los estudiantes es justa". En eso estoy de acuerdo. ¿Ingenua? No estoy de acuerdo. Es un adjetivo que descalifica una acción importante: la de poner en la palestra un tema que la sociedad colombiana está en mora de empezar a debatir. La movilización de los estudiantes no solo es justa, sino que ya empieza a producir reverberaciones: la primera, y más importante, la que surge del uso el espacio público para darle notoriedad a lo que debe ser por definición una cuestión pública pero que ha sido siempre debatida a puerta cerrada (entre "expertos", "especialistas", "sabios").


Rango finito continúa: "¿Quieren problemas educativos serios y urgentes? Miren los colegios públicos." De nuevo, Rango Finito tiene razón. Hay que empezar por mirar los colegios públicos (y la marcha de los estudiantes logró la participación inusitada de los colegios públicos). Esa es una discusión que hay que empezar a dar desde lo educativo, desde lo político, desde lo económico. Una discusión larga, larguísima, espero, que quizás no consiga otro objetivo que lograr que las discusiones sociales en Colombia se desprendan un poco de lo urgente y empiecen a prestarle más atención a lo importante.


Propongo, para iniciar esta discusión, la afirmación de Rango finito:
"Dicen que la educación superior genera progreso económico y/o social, pero para que esto sea así es crucial decidir primero hacia dónde progresar. Esta es una reflexión que ni la universidad ni el país se han permitido tener. Es incómoda."

Y la afirmación de Constantino Villegas:
"Quienes limpian pisos, recogen basuras, vigilan entradas, preparan comidas, conducen buses, patrullan calles, etc., cumplen un papel fundamental e imprescindible para que todos los demás vivamos bien. Esta es una verdad de Perogrullo que obviamos todo el tiempo. La pasamos por alto así como a veces pasamos por encima de esas personas que consideramos “sencillas”. Nos parece de lo más natural que un vigilante que permanece doce horas de pie nos abra la puerta de la universidad, y nos resulta escandaloso que en ocasiones lo haga de mala gana. No vemos nada fuera de lo común en que al salir de clases el viernes por la tarde, rumbo a un bar, entre al salón una señora de edad avanzada a limpiar lo que nosotros, la gente "culta", las personas "educadas", ensuciamos a diario."

El uno y el otro ponen el dedo en la llaga del tema que, a mi juicio, debe ser debatido en primera instancia:
-No debemos insistir en un modelo de educación concebido como una escalera por la que van progresando los mejores y en la que se van quedando estancados los peores (los que se dedicarán a los "trabajos sencillos").
- Mientras la educación sea concebida como la causante del progreso, no se podrá intervenir en los modelos educativos.
- Mientras no desechemos la idea de progreso (avanzar, echar hacia adelante en una dirección determinada), no será posible discutir los modelos educativos.
- Quizás debemos pensar en otro ideal para la educación, diferente del progreso.
- Quizás debemos ya desenganchar el carro del avance (?) social del carro de la eficiencia educativa.

Seguimos.

1 comentario:

  1. La pregunta es: ¿Por qué desechar la idea de progreso?, ¿qué hay en contra de ella?

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