viernes, 4 de junio de 2010

De héroes y tinterillos

La Fiscalía colombiana cometió una equivocación. Una imperdonable equivocación, si se quiere, pero rápidamente enmendada: "Al general Padilla [comandante de las Fuerzas Militares] no se le ha llamado a nada, ni siquiera a un interrogatorio" aclaró el fiscal Mendoza Diago seis horas después de que se conoció un documento que mencionaba una investigación contra el general Freddy Padilla.
El presidente Uribe criticó duramente el error y afirmó, según El Tiempo, que "No podemos vivir de equivocación en equivocación maltratando a las Fuerzas Militares".
Tiene razón. Pero la razón no es un tema que le interese particularmente al presidente, que se mueve mejor en el terreno claro (transparente, diría él) de la doctrina y del dogma que en el terreno a veces más pantanoso de la legislación o incluso del intercambio de pareceres.

Hace unos días, nos sorprendió a todos al calificar de idiota útil de los criminales a Adolfo Pérez Esquivel, y de voceros de los terroristas, al Washington Post. La información difundida por el Post (relativa a las supuestas actividades paramilitares de Santiago Uribe) y la consiguiente reacción de Pérez Esquivel (“Si la justicia colombiana, que tiene muchísimas dificultades, no actúa sobre este caso, tendremos que elevar la denuncia a la justicia internacional") involucraba al hermano del presidente, lo cual explica de alguna manera la virulencia de la reacción. Pero no por eso deja de ser sorprendente constatar que el presidente Uribe cree que en todo el orbe, todos los que no están con él, están contra él.

Estas convicciones de iluminado ejercen una gran fascinación sobre sus electores y han sido fundamentales a la hora de poner en práctica la doctrina de la seguridad democrática; pero son profundamente deletéreas para la instituciones, en particular las que sostienen el poder judicial. Porque una cosa es protestar enérgicamente contra una equivocación, y otra muy diferente calificar a quienes la cometieron de tinterillos al servicio del terrorismo. El presidente Uribe habla de "tinterillos [...] que maltratan el avance de la seguridad democrática con acusaciones falsas contra los generales", y su ministro de Defensa le hace eco, al respaldar a Padilla como un oficial que "ha servido a la patria en los rincones donde los tinterillos, los abogados y los enemigos del país jamás han pisado". Remata el presidente, hablando de "los idiotas útiles del terrorismo [...] que todos los días atentan contra la seguridad democrática [...] haciendo acusaciones falsas contra quienes han sido los héroes" [El Tiempo, 4 de junio de 2010].
También considera el presidente que es un ataque contra él y contra su doctrina de la seguridad democrática la orden de captura contra Mario Aranguren, ex director de la Unidad de Información y Análisis Financiero, contra quien la Juez 52 Penal de Bogotá dictó medida de aseguramiento por "concierto para delinquir, abuso de autoridad y prevaricato". El eco en esta ocasión le correspondió al viceministro de Justicia, quien afirmó que "la misma juez que ordenó la captura del doctor Araguren, el año pasado ordenó la liberación de 11 narcotraficantes". ¿Está denunciando algo el viceministro de Justicia? ¿Acusa a la juez de un crimen? O descalifica a gritos a los representantes del poder judicial porque actúan como si hubiese una legislación legítima más allá de los límites de la doctrina de la seguridad democrática?

Al presidente Uribe le gustan más los soldados que los jueces. Pero una democracia plena exige que haya de los unos y de los otros, y exige que los comportamientos de los unos y de los otros acaten unas normas previamente acordadas y establecidas.

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