martes, 1 de junio de 2010

Uniones y alianzas

Andrés Felipe Arias es una de las figuras más deliciosamente ridículas que ha producido la política nacional: cuando crezca será un Malvolio amargado y violento, pero por ahora actúa con la tonta seguridad de quien no se ha dado cuenta todavía de que siempre será un correveidile. Fue patético verlo agachar la cabeza ante la unción del jefe y aceptar gozoso el diminutivo, fue patético verlo correr a buscar refugio en las faldas de la u después de la derrota ante Noemí, y es patético verlo ahora chillándole entusiasmado a sus ex copartidarios para que se unan a él.
Valdría la pena, a pesar de la tentación de unirse a la fiesta, que el Partido Conservador medite su decisión: lo cierto es que su presencia en el Senado y en la Cámara ha crecido en los últimos años (de 13 senadores en el 2002 a 23 en el 2010), y con ella, su peso real en el panorama político. Aceptar la invitación de Arias sería equivalente a firmar el certificado de defunción del partido, que acabaría de diluirse en el partido de la U (que al fin y al cabo es más afín al conservatismo que al Partido Liberal).
Pardo, en cambio, pide una aclaración semántica: ¿qué va de unión a alianza? Pero me temo que el Partido Liberal —acostumbrado desde hace demasiado tiempo a la repartición de cuotas sin muchos matices ideológicos—  dejó pasar la oportunidad de constituirse en partido de oposición, y acabará también plegado a la U.

Mockus y Petro (más bien Petro y Mockus) siguen siendo la esperanza de que se consolide la oposición, y ella explica la necesidad de una segunda vuelta. Es importante medir la fuerza que tendrán en las afueras del gobierno. ¿Posibilidades de una alianza? No parece haber muchas, pero quizás prevalezca la inteligencia política.

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